Javier Sáez es sociólogo y activista gay.
Hablamos con el coautor, junto con Sejo Carrascosa, del libro "Por el culo. Políticas anales". Una mirada política al sexo anal, una de las prácticas más denostadas por la sexualidad heteronormativa.
(Luis Aragón. Burgos. Periódico Diagonal, 26 de mayo de 2011, pág. 23)
Diagonal: ¿Cómo habéis trabajado el estilo de escritura para un libro sobre sexo anal?
Javier Sáez: Queríamos un libro escrito con un estilo ligero, que se leyera fácilmente. Por eso no abundamos en ideas que darían para un ensayo más complejo. Otros libros que he escrito tienen un estilo un poco más denso. Aquí se trata de comunicar a un público no especializado: al fin y al cabo, el culo es muy democrático, ¡todo el mundo tiene uno!
D.: ¿De dónde surge la idea del libro? ¿De qué forma el libro "Ética marica", de Paco Vidarte, os inspiró?
J.S.: Paco Vidarte fue la inspiración principal del libro. Era un gran amigo y filósofo, activista gay radical y una persona extraordinaria. En "Ética marica" expuso sus reflexiones sobre una ética anal como forma de enfrentamiento al poder. Nosotros tomamos el relevo con la idea del orgullo pasivo y haciendo una genealogía del culo y de su relación con la homofobia y el machismo.
D.: Vuestro libro estudia lo anal desde un punto de vista político. ¿Podrías explicar esto?
J.S.: Creo que hay una política de terror y violencia que se puede cambiar poco a poco con medidas sociales, educativas y culturales. Si el Estado español dejara de financiar a una institución claramente homófoba y misógina como la Iglesia católica y sus escuelas, ganaríamos mucho en la tarea de educar a la población en derechos civiles. En otros países esa labor de discriminación la realizan los integristas musulmanes o judíos, con los efectos que todos conocemos. El integrismo católico que vivimos en el Estado español tiene una gran influencia en el sistema educativo, hasta el punto de que la Iglesia ha bloqueado cosas básicas como la enseñanza en derechos humanos e igualdad o la Educación para la Ciudadanía.
El profesorado puede intervenir explicando que el sexo anal no es nada malo, y que expresiones cotidiana como "vete a tomar por culo" o "que te den por culo" generan una imagen de la sexualidad en la que parece que esa parte del cuerpo debe reprimirse. La comunidad hetero, especialmente los hombres, también podría hacer un esfuerzo de sinceridad comentar más a menudo que les gusta el sexo anal. No hacerlo es un gran tabú y tiene efectos peligrosos, como seguir manteniendo la ficción de que eso es cosa de gays, y apoyar una masculinidad caduca y absurda basada en el cuerpo del hombre como cuerpo impenetrable.
D.: ¿Cómo se percibe socialmente el sexo anal entre hombres y mujeres?
J.S.: En eso hay una doble moral muy hipócrita, que señalamos en el libro. En el imaginario machista en que vivimos, las mujeres siempre aparecen como penetrables y por eso muchos hombres no tienen inconveniente en penetrarlas analmente. Pero al mismo tiempo, muchos hombres que desean ser penetrados por mujeres lo hacen a escondidas, pagando a travestis, o prohibiendo hablar de ello a sus parejas. Y encima, muchos de esos hombres critican en público a los gays "porque hacen ese acto asqueroso de darse por el culo". Es una especie de armario anal muy fuerte en el mundo hetero. Por otra parte, en el porno hetero siempre aparece el sexo anal, pero sólo de hombre a mujer. El porno es una tecnología del género, produce una visión concreta de las relaciones sexuales, donde el hombre hetero es impenetrable.
D.: ¿Qué consecuencias tiene ese control sobre el sexo anal?
J.S.: Estos discursos anofóbicos condenan a la población a castrarse a sí misma analmente, a dejar de utilizar una zona erógena, o a vivirla con culpabilidad y secreto. Freud fue el primero en reconocer la importancia de la analidad en todos los sujetos, pero desgraciadamente su legado en este campo no ha tenido mucho impacto.
El problema es que reprimir tanto tiempo una zona erógena tiene consecuencias: mucha de la violencia homófoba que muestran algunos varones tiene que ver con la envidia al ver a una comunidad, la gay, que no se corta en utilizar su culo. Como me dijo una vez un señor: "no me gustan los gays, nosotros nos tenemos que aguantar, y vosotros en cambio hacéis lo que os da la gana". Me pareció muy revelador lo de "tener que aguantarse". Está claro que hay un deseo.
D.: ¿Cómo se percibe al sujeto pasivo?
J.S.: Está claro que no se ve igual el acto penetrador que el de ser penetrado. En muchos países, incluido el nuestro, hay hombres que presumen de haber penetrado a otro hombre y no por ello son mal vistos, incluso en las cárceles o las guerras. En cambio, si un hombre reconoce que le han penetrado, y que le ha gustado, es objeto de escarnio, burla y violencia. La masculinidad se pierde si uno es penetrado analmente.
D.: Vuestro libro no se plantea una promoción específica del sexo anal, ¿por qué?
J.S.: No es necesario hacer proselitismo anal: el deseo ya está ahí. Lo que se puede hacer es no aterrorizar a los niños y niñas desde que nacen con la idea de que eso es algo horrible. Se trata de presentar el sexo anal como algo normal, una opción más, y permitir que las personas aprendan a usar su cuerpo y su sexualidad. En este sentido, son excelentes los trabajos de Tristan Taormino, escritora y directora de cine estadounidense que ha realizado muchos manuales y vídeos sobre sexo anal para mujeres.
D.: En tu libro planteas una relación entre la boca y el culo como órganos sexuales. Y una interesante relación con los besos.
J.S.: Es una reflexión genial que hizo Freud para poner en evidencia las contradicciones de los puritanos. La Iglesia y otros moralistas siempre denuncian el sexo anal como un uso indebido del cuerpo, algo perverso, porque el culo es una parte del cuerpo que no es genital y por ello no debería usarse para actos sexuales. Según su lógica, la boca, que tampoco es parte de los órganos sexuales sino del aparato digestivo, no debería usarse para actos eróticos, y el beso sería entonces una perversión.
- Historia de la legislación anal en el territorio peninsular.
Durante la República Romana, la ley Scantinia prohibía a los ciudadanos que asumieran el papel pasivo en el sexo anal. La sexualidad romana s basaba en el estatus y, por tanto, un patricio podía penetrar a quien quisiera, hombre o mujer, por donde quisiera. Libertad que se acabó con la llegada del cristianismo y su concepción del sexo sólo como medio para la reproducción. Al-Andalus, excepto en períodos concretos, fue bastante tolerante con las relaciones entre personas del mismo sexo; no como sus vecinos del norte. Las partidas de Alfonso X El Sabio entendían sodomía como el "pecado contra la naturaleza y la costumbre natural cometido por hombres entre sí", a los que castigaba a muerte. En cualquier caso, hubo reyes castellanos que confesaron relaciones homosexuales. Los Reyes Católicos proclamaron en 1497 la primera pragmática contra la sodomía y establecieron penas de muerte. Estas leyes no castigaban la homosexualidad sino lo que se llamaba "pecado nefando", del que una de sus variantes era la sodomía: el coito con una persona del mismo sexo ("sodomía perfecta") o con una del sexo opuesto pero por un lugar indebido ("sodomía imperfecta"). La idea que domina es la de penetración y particularmente, la de penetración anal. Por eso, la sodomía entre mujeres es vista con menos severidad, a no ser que utilizaran algún tipo de instrumento para la penetración. E incluso así, la época ideal del hombre como instrumento de creación y "portador de la semilla", hacía que los moralistas consideraran la sodomía entre mujeres como "no auténtica, imperfecta".
miércoles, 22 de junio de 2011
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